Historias y cuentos

En consctrucción

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Un día, un discípulo preguntó a su maestro:

- ¿Qué hacer ante el sufrimiento?

El maestro le pidió entonces que fuera a buscar sal. 

Cuando el discípulo volvió con la sal, el maestro le pidió que mezclara una cucharada grande de sal en un vaso de agua y que se bebiera el vaso de agua.

- ¿A qué sabe? le pregunta.

- Está salado, respondió el discípulo, haciendo una mueca.

El maestro se ríe con ganas y le pide al discípulo que eche la misma cantidad de sal en el lago cercano.

- Ahora bebe del lago, dijo.

El discípulo muestra una gran sonrisa.

- ¿Has probado la sal?

- No, respondió el discípulo.

El maestro explicó en un tono de gran compasión:

- El sufrimiento que se experimenta está representado por la sal. 

La cantidad de sufrimiento sigue siendo exactamente la misma. Sin embargo, el grado de intensidad depende del "contenedor" en el que se coloque el sufrimiento. Por eso, cuando sufres, lo único que puedes hacer es expandir tu corazón. 

Tu corazón es como un vaso de agua o como un lago.

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SÉ COMO UN MUERTO

Era un venerable maestro. En sus ojos había un reconfortante destello de paz permanente. Sólo tenía un discípulo, al que paulatinamente iba impartiendo la enseñanza mística. El cielo se había teñido de una hermosa tonalidad de naranja-oro, cuando el maestro se dirigió al discípulo y le ordenó:

--Querido mío, mi muy querido, acércate al cementerio y, una vez allí, con toda la fuerza de tus pulmones, comienza a gritar toda clase de halagos a los muertos.

El discípulo caminó hasta un cementerio cercano. El silencio era sobrecogedor. Quebró la apacible atmósfera del lugar gritando toda clase de elogios a los muertos. Después regresó junto a su maestro.

--¿Qué te respondieron los muertos? -preguntó el maestro.
--Nada dijeron.
--En ese caso, mi muy querido amigo, vuelve al cementerio y lanza toda suerte de insultos a los muertos.
El discípulo regresó hasta el silente cementerio. A pleno pulmón, comenzó a soltar toda clase de improperios

contra los muertos. Después de unos minutos, volvió junto al maestro, que le preguntó al instante: --¿Qué te han respondido los muertos?
--De nuevo nada dijeron -repuso el discípulo.
Y el maestro concluyó:

--Así debes ser tú: indiferente, como un muerto, a los halagos y a los insultos de los otros.

*El Maestro dice: Quien hoy te halaga, mañana te puede insultar y quien hoy te insulta, mañana te puede halagar. No seas como una hoja a merced del viento de los halagos e insultos. Permanece en ti mismo más allá de unos y de otros.

Para descargar de Internet: Biblioteca Nueva Era Rosario – Argentina
Adherida al Directorio Promineo

FWD: www.promineo.gq.nu

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